Aquél día...

Era el día en que dejaste una seña profunda,
sobre mi coraza de recuerdos, estupidez y cinismo,
corroyendo el alma y descubriendo el corazón.

Era el día en que no soñaba de sonarte
no creía que habría jamas existido mi musa,
y aún menos que fuera dulce.

Era el día en que no veía de verte,
tanto que allí mismo... cerré los ojos...
y diseñé en mi frente tu semblanza.

Era el día en que mi vida menos valía,
así poco, que no supe retener la emoción
de estar de frente... a ti, allí, en carne y hueso.

Era el día en que decidí rendirme,
dejar todo, esconderme en el profundo azul
yo no sabía que era... el fondo de tus ojos.

Era el día en que no estaba listo a recibirte,
un día en que sin preámbulos,
irrumpiste en mi corazón turbado.

Y cada palabra te recordará mi rostro,
y cada cosa extraña,
parecerá tristeza llena de mesta soledad.